Gestión ágil de proyectos = disfrutar del viaje

Gestión ágil de proyectos = disfrutar del viaje

A la hora de encarar un proyecto empresarial existen diferentes maneras de trabajar y ninguna de ellas es tan eficaz para asegurar lograr el objetivo. El éxito pasa por elegir aquella metodología que mejor se adapte a las características de la empresa y de sus equipos teniendo en cuenta que todas ellas transitarán por etapas comunes (planificación, ejecución, seguimiento, control, cierre y revisión), pero que cada una se basará en principios, técnicas y procedimientos diferentes.

Desde el modelo en cascada a la programación extrema, pasando por Kanban, Scrum o Six Sigma, por citar solo algunos, cada metodología ofrece un enfoque diferente desde el que desarrollar un proyecto. Ágil se encuadra dentro de estas metodologías aunque, en realidad, sería mejor entenderla como un principio de gestión de proyectos que, combinado con otras metodologías en su puesta en práctica, mejora los resultados al conseguir trabajos de gran calidad, además es adecuado para casi todos los equipos, sea cual sea su estilo.

El enfoque de la gestión de proyectos Ágil se centra en dividir cada uno de ellos en tareas más pequeñas, marcando un camino por el que transitan los equipos de manera que van avanzando por etapas. Alcanzada una meta y mientras se revisa el progreso conseguido para realizar cambios si es necesario, se planifica la estrategia para la siguiente etapa con el aporte del conocimiento adquirido en la etapa precedente.

La gran ventaja de la gestión ágil de proyectos se encuentra precisamente en esa división en etapas del proyecto final. Trabajar a menor escala permite ofrecer una respuesta rápida a la hora de solucionar problemas que, de detectarse con el proyecto más avanzado, supondrían un aumento de la inversión en costes y tiempo, por lo que el ahorro es significativo al tiempo que se reducen los riesgos. El conocimiento continuo de la progresión del proyecto permite a los equipos ser lo suficientemente flexibles para adaptarse a los cambios que sean necesarios, tanto si provienen de la interacción con otros equipos o de la retroalimentación proporcionada por los clientes con los que se ha de mantener el contacto durante todo el proceso. La adaptación del proyecto basada en la escucha activa de los intereses manifestados por los clientes será la que asegure su satisfacción con el resultado final.

El rápido ritmo de trabajo que demanda la metodología Ágil requiere de organizaciones donde la toma de decisiones no dependa de estructuras rígidas donde se requiera gran cantidad de estudios previos. De la misma manera, para que un proyecto tenga éxitos, los equipos debe colaborar estrechamente y poseer fuertes habilidades de comunicación. Por último, es necesario analizar las aportaciones realizadas por los grupos de interés para evitar perder el foco en la consecución del objetivo fijado para el proyecto. De otra manera, el resultado podría ser imprevisible.

Quizá el rasgo más necesario para la organización que opte por incorporar Ágil a sus proyectos sea la humildad, requisito fundamental para entender que la única manera de aprender y seguir mejorando se encuentra en la relación prueba/error: “comete errores más rápido para crecer más fuerte”. Ágil se aleja de esa mentalidad fija que tiene miedo a cometer errores para acercarse a una mentalidad de crecimiento donde lo importante, más que el resultado final, al que seguro se llega, se refiere al viaje que se realiza.

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